Ladrona Del Tiempo




Para comprender el papel de la televisión en la vida de los niños estadunidenses es importante comenzar a partir de una amplia panorámica de sus exigencias. ¿Cómo hace un niño para volverse un componente útil de la sociedad? ¿De qué manera se trabaja en su inmadurez para estar preparado para la vida adulta? ¿Cómo pasa el tiempo? 

El tiempo es una unidad de medida bastante útil porque, a diferencia de la riqueza y de las oportunidades, es un bien idéntico para todos. Si la jornada se compone de 24 horas, y de estas 24 horas muchos ven transcurrir 16 despiertos, el total de las 112 horas semanales de vigilia constituye un objeto de estudio apropiado. ¿Cómo ven pasar esas 112 horas los niños estadunidenses de hoy, en especial los de edad comprendida entre tres y 11 años?

Hasta hace cerca de doscientos años, la mayor parte de los niños veía transcurrir el tiempo en las comunidades y en las aldeas en que había nacido, observando a los adultos en sus actividades de trabajo y de juego. Los niños adquirían capacidades y las aptitudes necesarias para insertarse en una sociedad que conocían y que estaba a su alcance. Capacidades y aptitudes que desarrollaban desde pequeños y los convertía en útiles una vez que llegaban a adultos.

Los niños se acercan a la televisión y la ven por motivos que difieren de manera significativa de los prevalecientes entre los adultos. La mayor parte de los adultos, según ellos mismos lo reconocen, ven la televisión "por diversión". La mayor parte de los niños, aun encontrándola divertida, ve la televisión porque trata de entender el mundo. Muchos adultos consideran que la televisión es poco significativa, y la ven con lo que suele definirse como "suspensión de la incredulidad". Además de divertirse, aceptan el alejamiento de la configuración realista y, de acuerdo con las premisas del programa, comprenden perfectamente por qué un personaje dado vuela por el aire, se vuelve invisible o realiza actos sobrehumanos. Por definición, un espectáculo de ficción no tiene por fuerza que ser posible, real o verdadero.

La influencia de la televisión depende de dos factores: la exposición y el contenido. Cuanto mayor es la exposición del espectador al espectáculo televisivo, tanto mayor es, en general, la influencia ejercida por el medio. En cierto grado, la naturaleza de tal influencia será determinada por el con- tenido. Sin embargo, la exposición basta por sí sola para influir sobre el espectador, independientemente del contenido.

El niño promedio estadunidense ve la televisión entre cuatro y cinco horas al día durante la semana y cerca de siete a nueve horas el fin de se- mana, para un total aproximado de 40 horas a la semana; en ellas se incluyen los filmes en video-casetes, los videojuegos y la televisión por cable. Independientemente de lo que se les proyecta, los niños que ven mucho la televisión tienden a leer menos, a jugar menos y a ser obesos. Éstos son los "efectos indirectos" de ver continuamente la tele- visión.

La televisión es una ladrona de tiempo. Cuando los niños la ven ininterrumpidamente durante horas, no hacen muchas cosas que, a largo plazo, podrían ser bastante más importantes desde el punto de vista de su desarrollo. Pero no sólo esto; el contenido de los programas y de la publicidad de la televisión influye profundamente en las actitudes, creencias y acciones de los niños.

El contenido de la televisión destinada a los niños presenta personajes masculinos y femeninos en papeles estereotipados; quien ve mucho la televisión muestra, en las actitudes propias de sus papeles sexuales, el influjo de lo que ya ha visto en televisión. En el modo de representar a las personas muy jóvenes y muy ancianas, los médicos y los policías, o los enfermos mentales, las convenciones televisivas distorsionan gravemente las situaciones de la vida real.

La finalidad de los responsables de la programación televisiva es captar la atención del público y retenerla el tiempo suficiente para promover un producto. Considerando el funcionamiento de la psique humana, ésa no es tarea fácil. Los seres humanos se aburren y se insensibilizan fácilmente. Para conquistar nuestra atención, la televisión se ve obligada a transformarse de continuo.

La televisión vive en el presente, no tiene res- peto al pasado y muestra escaso interés por el futuro. Ver la televisión favorece actitudes que para los niños pueden ser desastrosas. Una de las funciones principales de la instrucción, tanto en casa como en la escuela, es la de vincular el pasado con el futuro, mostrar de qué modo el presente deriva de aquello que 10 ha precedido, y de qué modo el futuro está ligado a ambos.

Más difícil es analizar los valores transmitidos por programas específicos; los programas son más largos, y los valores expresados son menos evidentes que en las pocas palabras pronunciadas en un anuncio de 30 segundos. Sin embargo, se observa en éstos la misma distorsión de los hechos con respecto al mundo real.





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